Una estela honda en tus ojos,
lluviosos como el invierno,
dejan los días al pasar.
Un temblor de cielo te palpita,
rastro de alguna noche de amor,
entre huesos y venas,
lejos de la página en blanco.
Insensata, la esperanza te arrastra
a un estéril campo de recuerdos sin reloj:
la calma es augurio mísero,
secuestra tu voz.
De improviso, llega un verso a la habitación,
despierta tu vida del sopor aciago,
prende en tu mano una historia,
al compás del tiempo.
Al pasar, el poema es mirada,
entrega tu memoria a otros dedos,
abre la ventana a un mundo fugaz, pero cierto.
viernes, 22 de abril de 2005
Los días al pasar
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