viernes, 29 de julio de 2005

Tarde de primavera

Aquella tarde de primavera
los pasos despacio, hechos palabras.

Mirando desde el umbral,
no pude admirarte como antes,
aceleraba con el reloj las horas
dormía entre esperanzas de murciélago
pero tú nunca viniste a buscarme.

Como cuando te llamaba a gritos
y tu silencio era tan alto
que me golpeabas una y otra vez
en desbordados azotes de plegarias.

Hoy ya han pasado casi 30 años
puedo verte con otros ojos
admirarte por tus victorias
como las tres estrellas tatuadas
en el cielo, que has hecho
llevarlas día a día
por el camino de la felicidad que un día te enseñaron.

Con los abrazos que ya
no sólo son la ilusión de una niña
ahora correspondidos,
porque me has enseñado a mirar
a otro lado,
y al otro lado del mar,
me he encontrado con tu sonrisa.

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