Pasaron algunas semanas, ayer en mi cumpleaños, pensé y escribí, regreso
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La inquebrantable soledad de tus manos
arrancando baldosas
tu cuerpo blandiendo sonrisas
como arma letal de imposible horizonte.
Murmuras en mi oído lejanos países
te diriges a un trozo de mi oreja
que sale disparada hacia las noche
tocas mi piel con tus manos de duende visionario
arcángel de dios o del infierno.
Descubro entre las horas centinelas del aire
agazapados tras el último bote de compota vacío.
Enredados labios besando sin pasión
la tardanza del oro,
el libro que circula por las habitaciones
palpitando de hojas, abierto a tus palabras.
Incierto despertar hacia el abismo
de una piel que no me pertenece
es el tiempo.
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