Estamos salvados;
recorrimos cada nervio de la tierra
cada grano de arena
cada aguja del tiempo.
Acabada la pausa
rociamos la piel
con aromas del aire
robamos al cielo quietud
y las nubes detuvieron sus formas.
Cada cual ha de nacer
cada cual ha de morir
enquistarse en frases diferentes
alcanzar con su mano
hasta donde su mano llegue.
Magenta y cian
cruzando el horizonte
blanco y pasión
mezclándose, creando
tardes acantiladas,
curvas trazadas
sobre tu pecho
y el gris fecundando
diamantes en tus ojos.
Mujer, dijiste,
y los senos de mi madre
fueron tanques de miel
en mi boca,
una página escrita
en el olvido,
una mañana teñida
de palabras
abiertas al infinito.
lunes, 30 de enero de 2006
La Mano
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